lunes, 15 de abril de 2024

202. 4º Tiempo Pascual.

 


Primera lectura.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 4, 8-12

En aquellos días, lleno de Espíritu Santo, Pedro dijo:

-Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por este Nombre, se presenta este sano antes vosotros. Él es “la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular”; no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos.

 

Textos paralelos.

 Pedro, lleno del Espíritu Santo.

Hch 2, 14: Pedro se puso en pie con los once y alzando la voz les dirigió las palabras: Judíos y vecinos todos de Jerusalén, sabedlo bien y prestad atención a lo que os digo.

Hch 1, 8: Pero recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis testigos míos en Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo.

Puesto que, con motivo de una obra buena.

Lc 1, 15: Será grande a juicio del Señor; no beberá vino ni licor. Estará lleno de Espíritu Santo desde el vientre materno.

Hch 2, 22: Israelitas, escuchad mis palabras. Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por su medio, como bien sabéis.

El nombre de Jesucristo, el Nazoreo.

Hch 3, 6: Pero Pedro le dijo: Plata y oro no tengo, pero lo que tengo te lo doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, echa a andar.

Hch 3, 16: Porque ha creído en su nombre, este que conocéis y estáis viendo ha recibido de ese nombre vigor, y la fe obtenida de él le ha dado salud completa en presencia de todos vosotros.

Hch 2, 23-24: A este, entregado según el plan previsto por Dios, lo crucificasteis por mano de gente si ley y le disteis muerte. Pero Dios, liberándolo de los rigores de la muerte, lo resucitó, pues la muerte no podía retenerlo.

Él es la piedra que vosotros, los constructores, habéis despreciado.

Sal 118, 22: La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.

Mt 21, 42: Jesús les dice: ¿No habéis leído nunca la Escritura: La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular: es el Señor quien lo ha hecho y nos parece un milagro?

1 P 2, 4: El es la piedra viva, desechada por los hombres, escogida y estimada por Dios.

1 P 2, 7-8: Es preciosa para vosotros que creéis; en cambio, para los que no creen la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular y piedra de tropiezo, roca de precipicio. En ella tropiezan los que no creen la palabra: tal era su destino.

 

Notas exegéticas.

4 10 En los vv. 10-12 seguimos el antiguo texto occidental.

4 12 El nombre de Jesús significa Dios salva, Mt 1, 21.

 

Salmo responsorial

Salmo 118 (117), 1.8-9.21-23.26.28-29

 

La piedra que desecharon los arquitectos

es ahora la piedra angular. R/.

Dad gracias al Señor porque es bueno,

porque es eterna su misericordia.

Mejor es refugiarse en el Señor

que fiarse de los hombres,

mejor es refugiarse en el Señor

que fiarse de los jefes. R/.

 

Te doy gracias porque me escuchaste

y fuiste mi salvación.

La piedra que desecharon los arquitectos

es ahora la piedra angular.

Es el Señor quien lo ha hecho,

ha sido un milagro patente. R/.

 

Bendito el que viene en nombre del Señor,

os bendecimos desde la casa del Señor.

Tú eres mi Dios, te doy gracias;

Dios mío, yo te ensalzo.

Dad gracias al Señor porque es bueno,

porque es eterna su misericordia. R/.

 

Textos paralelos.

 Dad gracias a Yahvé, porque es bueno.

Sal 100, 5: El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad de edad en edad.

Sal 136, 1: Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

La piedra que desecharon los albañiles.

Is 28, 16: El Señor dice así: Mirad, yo coloco en Sión una piedra probada, angular, preciosa, de cimiento: quien se apoya no vacila.

Za 3, 9: Mirad la piedra que se presentó a Josué: es una y lleva siete ojos. Tiene una inscripción: En un día removeré la culpa de esta tierra – oráculo del Señor de los ejércitos –.

Za 4, 7: ¿Quién eres tú, montaña señera? Ante Zorobabel serás allanada. Él sacará la piedra de remate entre exclamaciones: ¡Qué bella, qué bella!

Mt 21, 42: Jesús les dice: ¿No habéis leído nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular; es el Señor quien lo ha hecho y nos parece un milagro?

Hch 4, 11: El es la piedra desechada por vosotros, los arquitectos, que se ha convertido en piedra angular.

Bendito el que entra en nombre de Yahvé.

Mt 21, 9: La multitud, delante y detrás de él, clamaba: ¡Hosana al hijo de David! Bendito en nombre del Señor el que viene. ¡Hosana al Altísimo!

Mt 23, 39: Os digo que a partir de ahora no volveréis a verme hasta que digáis: Bendito en el nombre del Señor el que viene.

 

Notas exegéticas.

118 Este canto cierra el Hallel, ver Sal 113. Un invitatorio, vv. 1-4, precede al himno de acción de gracias puesto en labios de la comunidad personificada, completado con la serie de responsorios, vv. 19s y 25s, recitados por diversos grupos cuando la procesión entraba en el Templo. El conjunto se utilizó quizá para la fiesta descrita en Ne 8, 13-18.

118 23 El templo ha sido reconstruido. La “piedra angular” (o “clave de bóveda”) que puede convertirse en “piedra de escándalo” es un tema mesiánico y designará a Cristo.

118 26 A la aclamación ritual del v. 25 (“danos la salvación” Hosanna) los sacerdotes respondían con esta bendición, que la muchedumbre repitió el día de Ramos. Ha entrado en el Santo de la misa romana.

 

Segunda lectura.

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3, 1-2

Queridos hermanos:

Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

 

Textos paralelos.

 Mirad qué amor nos ha tenido el Padre.

Rm 8, 14-17: Cuantos se dejan llevar del Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y no habéis recibido un espíritu de esclavos, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos que nos permite clamar Abba, Padre. El Espíritu atestigua a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios, coherederos con Cristo; si compartimos su pasión, compartiremos su gloria.

Rm 8, 37-39: En todas esas circunstancias vencemos de sobra gracias al que nos amó. Estoy persuadido de que ni muerte ni vida, ni ángeles ni potestades, ni presente ni futuro, ni poderes ni altura ni hondura, ni criatura alguna nos podrá separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús nuestro.

Jn 1, 12: Pero a los que la recibieron los hizo capaces de ser hijos de Dios: a los que creen en él.

Ef 1, 5: Por Jesucristo, según el designio de su voluntad, nos predestinó a ser sus hijos adoptivos.

Porque no le reconoció a él.

Jn 15, 21: Todo eso os lo harán a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.

Jn 16, 3: Y eso lo harán porque no conocen al Padre ni a mí.

Jn 17, 25: Padre justo, el mundo no te ha conocido; yo te he conocido y estos han conocido que tú me enviaste.

Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él.

Col 3, 4: Cuando se manifieste Cristo, vuestra vida, entonces vosotros apareceréis gloriosos junto a él.

Flp 3, 21: El cual transformará nuestro cuerpo humilde en la forma de su cuerpo glorioso, con la eficacia con que puede someterse todo.

Rm 8, 29: A los que escogió de antemano los destinó a reproducir la imagen de su Hijo, de modo que fuera él el primogénito de muchos hermanos.

1 Co 13, 12: Ahora vemos como enigmas en un espejo, entonces veremos cara a cara. Ahora conozco a medias, entonces conoceré tan bien como soy conocido.

 

Notas exegéticas.

3 1 (a) Om.: “pues ¡lo somos! y var. (Vulgata): “y que lo seamos).

3 1 (b) El verbo “(re) conocer”, empleado dos veces, no está en perfecto (como en 2, 3-4), sino primero en presente y después en aoristo, para señalar mejor el aspecto incoativo del conocimiento. El mundo, incapaz de descubrir en Dios al Padre que nos ha revelado su amor en su hijo, no puede conocer a los cristianos en su condición de hijos de Dios.

3 2 (a) Jn distingue dos etapas en la condición filial de los creyentes: el estadio inicial, a partir del conocimiento de la vida cristiana, y su cumplimiento escatológico, en la perfecta semejanza al Hijo de Dios.

3 2 (b) La conjunción “porque” no va unida probablemente a “seremos semejantes a él”, sino a “Sabemos”: la certeza que ya tenemos de ver un día al Hijo de Dios en su gloria nos asegura que llegaremos a ser plenamente semejantes a él. En consecuencia no se trata directamente de una visión transformadora, como en el helenismo.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 11-18

En aquel tiempo, dijo Jesús:

-Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.

 

Textos paralelos.

 Que no es propietario de las ovejas.

Jr 23, 1-3: ¡Ay de los pastores que dispersan y extravían las ovejas de mi rebaño – oráculo del Señor –. Pues así dice el Señor Dios de Israel a los pastores que pastorean a mi pueblo: Vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis, no hicisteis cuenta de ellas; pues yo os tomaré cuentas de vuestras malas acciones – oráculo del Señor –. Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas en todos los países adonde las expulsé.

Ez 34, 3-8: Os coméis su enjundia, os vestís con su lana; matáis las más gordas, y las ovejas no las apacentáis. No fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las heridas; no recogéis las descarriadas, ni buscáis las perdidas y maltratáis brutalmente a las fuertes. Al no tener pastor, se desperdigaron y fueron pasto de las fieras salvajes. Mis ovejas se desperdigaron y vagaron sin rumbo por montes y altos cerros; mis ovejas se dispersaron por toda la tierra, sin que nadie las buscase siguiendo su rastro. Por eso, pastores, escuchad la palabra del Señor: ¡Lo juro por mi vida! – oráculo del Señor –. Mis ovejas fueron presa, mis ovejas fueron pasto de las fieras salvajes, por falta de pastor, pues mis pastores no cuidaban mi rebaño, los pastores se apacentaban a sí mismos y mi rebaño no lo apacentaban.

Za 11, 17: ¡Ay del pastor torpe que abandona el rebaño! Un puñal contra su brazo, contra su ojo derecho: que se le paralice el brazo, que se le ciegue el ojo derecho.

El Padre me conoce.

Jn 15, 9: Como me amó el Padre os amé yo; manteneos en mi amor.

Mt 11, 25-27: En aquella ocasión Jesús tomó la palabra y dijo: ¡Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra! porque, ocultando estas cosas a los entendidos, se las revelaste a los ignorantes. Sí, Padre, esa ha sido tu elección. Todo me lo ha encomendado mi Padre: nadie conoce al Hijo, sino el Padre, nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo decida revelarse.

También tengo otras ovejas.

Jr 23, 3: Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas en todos los países adonde las expulsé, las volveré a traer a sus pastos, para que crezcan y se multipliquen.

Que no son de este redil.

Jr 31, 10: Escuchad, pueblos, la palabra del Señor, anunciadlas, islas remotas: El que esparció a Israel lo reunirá, lo guardará como el pastor a su rebaño.

Ef 2, 14: Él es nuestra paz, el que de dos hizo uno, derribando con su pueblo el muro divisorio, la hostilidad; anulando la ley con sus preceptos y cláusulas, creando así en su persona de dos una sola y nueva humanidad, haciendo las paces.

Ef 4, 4-6.: Uno es el cuerpo, uno el Espíritu, como es una la esperanza a que habéis sido llamados, uno el Señor, una la fe, uno el bautismo, uno Dios, Padre de todos, que está sobre todos, entre todos, en todos.

Escucharán mi voz.

Jn 5, 25: Os aseguro que llega la hora, ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que oigan vivirán.

Jn 18, 37: Lo que dices. Yo soy rey: para esto he nacido, para eso he venido al mundo, para atestiguar la verdad. Quien está por la verdad escucha mi voz.

Jn 11, 52: Y no solo por la nación, sino para congregar a los hijos de Dios dispersos.

Bajo un solo pastor.

Ez 34, 23: Les daré un pastor único que las pastoree: mi siervo David: él las apacentará, él será su pastor.

Ez 37, 22: Los haré un solo pueblo en su país, en los montes de Israel, y un solo rey reinará sobre todos ellos. No volverán a ser dos naciones ni a desmembrarse en dos monarquías.

Mi 2, 13: Delante avanza el cabestro, los demás se abren paso, atraviesan la puerta y salen: delante marcha su rey, el Señor a la cabeza.

Para recobrarla de nuevo.

Jn 3, 35: El Padre ama al Hijo y todo lo que pone en sus manos.

Jn 8, 29: El que me envió está conmigo y no me deja solo, porque yo hago siempre lo que le agrada.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

10 11 (a) Dios, también el pastor de su pueblo, debía darle, en los tiempos mesiánicos, un pastor elegido por él. Al declararse el buen pastor, Jesús plantea una reivindicación mesiánica.

10 11 (b) Lit.: “pone” (títhesin) su vida”. Esta expresión parece análoga de la fórmula “dar” (dounai) la vida” de Mc 10, 45, que parece provenir de Is 53, 12.

10 14 En la Biblia, ver Os 2, 2, el “conocimiento” no procede de una actividad puramente intelectual, sino de una “experiencia”, de una presencia, que acaba necesariamente en el amor.

10 16 (a) Var.: “un solo redil”.

10 18 Cristo tiene la vida en sí mismo y nadie puede quitársela, la da libremente, de ahí esa serena majestad, esa plena libertad ante la muerte.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

11 YO SOY EL BUEN PASTOR: lit. yo soy el pastor el hermoso (=bueno para las ovejas). Nueva revelación de Jesús con la fórmula Yo soy (cf. Jn 4, 26; 6, 35). El título de “pastor”, atestiguado en el NT (Hb 13, 20; 1 Pe 5, 4; Ap 7, 17), era conocido en el AT como apelativo de príncipes, sacerdotes y profetas, del Mesías, y del mismo Dios (cf. Sal 23,1). EL BUEN PASTOR se contrapone a los ladrones que se aprovechan de las ovejas; y se distingue de los asalariados; y aun de otros pastores, porque ENTREGA SU VIDA (lit. el alma de él pone) en bien del rebaño. En Jn, la muerte de Jesús es causa de vida abundante para los que creen en él.

14 De nuevo, el valor del “conocimiento”, tan importante en Jn.

16 En 21, 15-17 se nos dirá que el único verdadero Pastor confió a Pedro el encargo de ser en la tierra su representante visible, cuidador de la unidad del rebaño.

18 POR MI PROPIA VOLUNTAD (lit. de sí mismo): voluntariamente, o por iniciativa propia. La misma expresión en 5, 19.30 servía para decir que Jesús “no hace nada por su cuenta”. Pero, si la muerte de Jesús no hubiera sido un acto enteramente libre, no se podría hablar ni de verdadera voluntad humana en Cristo ni de una redención voluntaria y meritoria. Este pasaje desvela un poco el misterio de la obediencia filial de Jesús: puede hacer por su cuenta una cosa: entregar su vida en favor de los que el Padre le ha confiado: y puede hacerlo ¡porque recibió del Padre ESTE MANDATO!

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

10, 11 Dios era el pastor de Israel en última instancia, a pesar de que designó pastores humanos como Moisés o José, que hablaban en su nombre; Cristo es el Buen Pastor de la estirpe de David que fue profetizado por Ezequiel (Ez 34, 14-24). En la Iglesia, los obispos son pastores de sus diócesis, asistidos por los sacerdotes y diáconos que sirven en sus parroquias. Cat. 553, 896, 1465 y 2686.

10, 16 Referencias a los gentiles, a quienes Cristo invitó a tomar parte de su rebaño, la Iglesia. A través de su enseñanza y testimonio de fe, la Iglesia transmite el mensaje del Evangelio tanto a los católicos como a los no católicos. Cat. 60.

10, 17s. El sacrificio de Cristo reparó los pecados del mundo. Dado que él es el Hijo de Dios, consubstancial (un mismo ser) con el Padre y el Espíritu Santo, su sacrificio obtuvo el valor sin límites. Resucitó de entre los muertos al tercer día en visita de su poder divino. Cat. 606, 609, 614, 651-655, 649.

 

Catecismo de la Iglesia Católica

553 El poder de las llaves designa la autoridad para gobernar la casa de Dios, que es la Iglesia. Jesús, “el Buen Pastor” (Jn 10, 11), confirmó este encargo después de la resurrección: “Apacienta mis ovejas” (Jn 21, 15-17).

896 El buen Pastor será el modelo y la “forma” de la misión pastoral del obispo. Consciente de sus propias debilidades, el obispo “puede disculpar a los ignorantes y extraviados. No debe negarse nunca a escuchar a sus súbditos, a los que cuida como verdaderos hijos. Los fieles, por su parte, deben estar unidos a su obispo como la Iglesia a Cristo y como Jesucristo al Padre” (C. Vaticano II, Lumen gentium, 27).

1465 Cuando se celebra el sacramento de la Penitencia, el sacerdote ejerce el ministerio del Buen Pastor que busca la oveja perdida, el Buen Samaritano que cura las heridas, del Padre, que espera al hijo pródigo y lo acoge a su vuelta, del justo Juez que no hace acepción de personas y cuyo juicio es a la vez justo y misericordioso. En una palabra, el sacerdote es el signo y el instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador.

2686 Los ministros ordenados son también responsables de la formación en la oración de sus hermanos y hermanas en Cristo. Servidores del buen Pastor, han sido ordenados para guiar al pueblo de Dios a las fuentes vivas de la oración: la palabra de Dios, la liturgia y la vida teologal, el hoy de Dios en las situaciones concretas (cf. C. Vaticano II, Presbyterorum ordinis, 4-6).

606 El sacrificio de Jesús “por los pecados del mundo entero” (1 Jn 2, 2), es la expresión de su comunión de amor con el Padre: “El Padre me ama porque doy mi vida” (Jn 10, 17). “El mundo ha de saber que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado” (Jn 14, 31).

609 Jesús, al aceptar en su corazón humano el amor del Padre hacia los hombres, “los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1) porque “nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15, 13).

613 La muerte de Cristo es a la vez el sacrificio pascual que lleva a cabo la redención definitiva de los hombres por medio del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y el sacrificio de la Nueva Alianza que devuelve al hombre a la comunión con Dios reconciliándole con Él por la sangre derramada por muchos para la remisión de los pecados.

614 Este sacrifico de Cristo es único, da plenitud y sobrepasa todos los sacrificios. Ante todo es un don del mismo Dios Padre, es el Padre quien entrega al hijo para reconciliarnos consigo. Al mismo tiempo es ofrenda del Hijo de Dios hecho hombre que, libremente y por amor, ofrece su vida a su Padre por medio del Espíritu Santo para reparar nuestra desobediencia.

 

Concilio Vaticano II

En el Antiguo Testamento la revelación del Reino aparece frecuentemente en forma de figuras. De la misma manera que se nos manifiesta ahora la íntima naturaleza de la Iglesia también mediante diversas imágenes que, tomadas de la vida de los pastores, de la agricultura, de la construcción, incluso de la familia y del matrimonio, se encuentran esbozadas en los libros de los profetas.

La Iglesia, en efecto, es el redil cuya puerta única y necesaria es Cristo (cf. Jn 10, 1-10). Es también el rebaño cuyo pastor será el mismo Dios, como Él mismo anunció (cf. Is 40, 11; Ez 34, 11ss). Aunque son pastores humanos quienes gobiernan a las ovejas, sin embargo es Cristo mismo el que sin cesar las guía y alimenta; Él, el Buen Pastor y Cabeza de los pastores (cf. Jn 10, 11; 1 Pe 5, 4), que dio su vida por las ovejas (cf. Jn 10, 11-15).

 

Comentarios de los Santos Padres.

Ciertamente, hermanos, siendo Él el pastor, concedió serlo también a sus miembros, pues pastor es Pedro, pastor es Pablo, pastores los demás apóstoles y pastores también los obispos santos. Pero ninguno de nosotros se llamará puerta; esta es propiedad suya, por la cual han de entrar las ovejas.

Agustín. Tratado sobre el Ev. de Jn, 47, 1.3. 4a, pg. 459.

Él hizo lo que aconsejó. Él puso en práctica lo que mandó. Pastor bueno, dio su vida por sus ovejas, para cambiar su cuerpo y su sangre en sacramento para nosotros, y saciar con el alimento de su sangre a las ovejas que había redimido. El camino del desprecio hacia la muerte que debemos seguir ya se nos ha manifestado, la norma a la cual debemos conformarnos ya se nos ha dado. Lo primero que tenemos que hacer es emplear misericordiosamente nuestros bienes exteriores en las ovejas de él. Y lo último, si fuera necesario, es ofrecer hasta la vida por las mismas ovejas… Quien no da por las ovejas sus bienes, ¿cómo dará por ellas su vida?

Gregorio Magno. Homilías sobre los Evangelios, 1, 14, 1. 4a, pg. 460.

Expía (nuestra) pasión con su pasión, cura (nuestra( muerte con la suya, se adueña de (nuestro) sepulcro con el suyo, y con sus clavos destruye los cimientos del infierno. El dominio de la muerte se mantuvo hasta que Cristo murió. El sepulcro era amargo y la cárcel indestructible hasta que el Pastor descendió y anunció la liberación de las ovejas apresadas. Su presencia aquí abajo dio a las ovejas la esperanza de su resurrección y las llamó a una nueva vida más allá del infierno. “El buen pastor da la vida por sus ovejas”; de esta manera busca tu amistad.

Basilio de Seleucia, Sermones, 26, 2. 4a, pg. 460.

En el Evangelio se nos presenta fatigado: fatigado por nosotros y prometiendo dar su alma (su vida) como rescate por muchos. Esto – añade – sólo es propio del buen pastor.

Clemente de Alejandría, El pedagogo, 1, 84, 3-85, 2. 4a, pg. 460.

Es mercenario quien ocupa, sí, el puesto de pastor, pero no busca las ganancias de las almas; quien codicia las comodidades de la tierra, goza con el honor de la prelatura, se apacienta con las ganancias temporales y se alegra de la reverencia que le tributan los hombres.

Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios, 1, 14, 1-2. 4a, pg. 461.

Precisamente porque ha sufrido voluntariamente por nosotros, es como podemos advertir su amor por nosotros y la grandeza de su generosidad.

Cirilo de Alejandría, Comentario al Ev. de Juan, 6, 1. 4a, pg. 465.

 

San Agustín.

¡Lejos de nosotros afirmar que faltan ahora buenos pastores; lejos de nosotros el que falten, lejos de su misericordia el que no los haga nacer y otorgue! En efecto, si hay ovejas buenas, hay también pastores buenos, pues de las buenas ovejas salen buenos pastores. Pero todos los buenos pastores están en uno, son una sola cosa. Apacientan ellos: es Cristo quien apacienta. Los amigos del esposo no dicen que es su voz propia, sino que gozan de la voz del esposo.

Sermón 46, 30. I, Pg. 325.

 

S. Juan de Ávila

Aunque he visto haber sido muchos los que temen a Dios gravemente atribulados en estas peleas, ninguno he visto que haya parado en mal. Por tanto, quien en estos trances se viere, como metido en el vientre de la ballena (cf. Jonás 10, 11), llame desde allí a Jesucristo, y ayúdese de los buenos consejos que su defensor le da; y tengan entrambos buena esperanza en el buen pastor (cf. Jn 10, 11), que dio su vida por sus ovejas, que mortifica y vivifica, mete en los infiernos y saca (1 Sam 2, 6); porque ya que en un tiempo envíe trabajos, en otro los quita, y con mucha ganancia del atribulado.

Audi, filia (II), 30. OC I, pg. 606.

Y esto es lo que fue figurado, en el principio del mundo, cuando el justo Abel, pastor de ganados, ofreció a Dios sacrificio de su manada, el cual sacrificio fue acepto, como la escritura dice, que miró el Señor a Abel y a sus dones (Gn 4, 4); y este mirando quiere decir que Abel le fue agradable, y por eso fueron agradables sus dones; y, en señal del agradecimiento invisible, envió Dios fuego visible que quemó el sacrificio. Lo cual es figura de nuestro justo y soberano pastor, el cual dice de sí: Yo soy buen pastor (Jn 10, 11).

Audi, filia (II), 87, pg. 727.

Ha de arder en el corazón del eclesiástico un fuego de amor de Dios y celo de las almas. Bonus pastor animam dat pro ovibus suis (cf. Jn 10, 11), como hizo Cristo. Ait Chrysostomus  [El buen pastor da la vida por sus ovejas… Dice Crisóstomo]: Todos los clérigos son pastores, hortelanos y soldados y labradores; quiere decir: han de entender en el bien de las ánimas con el oficio que tiene cada uno, según el talento que Dios le ha comunicado, y para sufrir el trabajo el predicador en predicar, el confesor en confesar y el que asiste al coro en cantar las horas, es menester que tenga amor de Dios. Mercenarius autem fugit, quia mercenarios: accipit in malam partem [El mercenario huye porque es mercenario: va por camino errado] (Jn 10, 13). El jornalero, que principalmente trabaja por el dinero, en viendo al lobo, salta por las tapias; el que asiste al coro y a los oficios eclesiásticos, en viendo al lobo, luego se sale del coro. Lobo, id est [el lobo aquí es]: algún deseo de parlar o de pasearse. El que sirve por amor de Dios sufre la pesadumbre que se ofrece y la molestia.

Pláticas. 7. A sacerdotes. OC I, pg. 856-857.

Ha de ser tanto su amor con sus hermanos, que, si fuere menester derramar la sangre por ellos, derrámela, como dijo nuestro Señor: que el buen pastor ponía su vida por sus ovejas (Jn 10, 11). Dice San Gregorio: “El que no da substancia por el prójimo, ¿cómo creeré yo que dará su vida?”. Habéis de tener tan gran amor con los prójimos, que no solo la hacienda habéis de poner por ellos, mas la vida, si fuere menester, la habéis de poner.

Lecciones sobre 1 San Juan (I), 22. OC II, pg. 312.

Miren, pues, los prelados que no les eligieron para carniceros, que compran el ganado para lo matar y pesar, y sacar dinero de sus carnes y sus pieles, sino para pastores criadores del ganado, que los apacienten en los pastos de ciencia y doctrina, quitándoles la mala hierba, dándoles abrevaderos, limpios, untándoles la roña y llevándolos sobre los hombros, aunque sea con no dormir de noche, no reposar siesta; y, aunque sea con derramar sangre y dar la vida, como hizo Cristo, y dijo que este tal es buen pastor (cf. Jn 10, 11-16), y el que no lo hace mercenario.

Advertencias al concilio de Toledo, 6. OC II, pg. 650.

Si estás muerto, vete a Cristo, que Él es manjar que te resucitará y dará vida. Sírvete de tu fe en esto, que Jesucristo solo es tu arrimo, tu esfuerzo, tu remedio, tu vida, tu confianza, quien te rige, te gobierna, te da ser y te sustenta. Échate a sus pies, dile: “Señor mío, ¡cuántos milagros heciste en este mundo, cuántos muertos resucitaste, cuántos cojos sanaste, a cuántos ciegos diste lumbre, a cuantos sordos diste oídos!, ves aquí un muerto, que no tiene más de la lengua de vivo; aplica en mí lo que padeciste; ayuda a mi flaqueza; alumbra mis ojos; haz que oigan mis oídos tus palabras de vida; despierta mi ánima de un profundo sueño; haz con mi corazón que oiga tus palabras; da gusto a mi paladar de tu dulzura, y haz que pierda el sabor que toma de los pecados”. Si cobras esfuerzo, si tienes esperanza y le llamas con amor, remediate ha y ayudarte ha. Si esto haces no morirás; antes, si estás muerto, Él re resucitará porque es manjar que da vida.

En la infraoctava del Corpus, 12. OC III, pg. 640-641.

El Señor dijo: Yo vine para que tengan vida, y más abundantemente tengan vida (Jn 10, 10). Porque no se ha de contentar el cristiano con tener una vida tan flaca y enferma, que no tenga más vida de que no está muerto del todo. Vivo está uno que está desahuciado de médicos y oleado por el sacerdote; mas no creo que os contentaríades vos con tener vida tan cercana a la muerte y vida de que tan poco gozáis. Si amáis vida del cuerpo, sana, recia y alegre, ¿por qué la del ánima la queréis al contrario? El pecado mortal es muerte del ánima, y el pecado venial es enfermedad de ella; y la enfermedad hace al hombre flaco[1] para hacer obras y para trabajar, quítale la fuerza para llevar cargas y trae al hombre desabrido, y algunas veces tanto, que daría todas sus riquezas y tener pobreza, por un poco de salud.

Santísimo Sacramento, 10. OC III, pg. 659.

¡Dichosas ovejas que tal pastora tenían y tal pasto recebían por medio de ella! Pastora, no jornalera que buscase su propio interese, pues que amaba tanto a las ovejas (cf. Jn 10, 12), que, después de haber dado por la vida de ellas la vida de su amantísimo Hijo, diera de muy buena gana su vida, si necesidad de ella tuvieran.

Asunción de María, 38. OC III, pg. 961.

Por la salud de sus vasallos nace pobre, y llora, y pasa trabajos, y derrama su sangre: posuit animam suam pro ovibus suis, pro nobis omnibus traadidit ilum [Dio su vida por sus ovejas; lo entregó por todos nosotros] (cf. Jn 10, 15).

Epifanía, 4. OC III, pg. 81.

Es vuestra merced confiada que Dios fue servido de su venida y es servido de su estada; y con saber esto no sentirá sus trabajos; porque dichoso es aquel que a Dios agrada, aunque le cueste mil vidas. Tenga firme en la guerra y sufra de toda parte combate; que los ojos de Dios la ven, y conoce a sus ovejas (cf. Jn 10, 14), y viene luego el balido que dan. Él proveerá de esfuerzo. Y aunque alguna vez caiga con la carga, no se espante, sino levántese luego y pida mayor fuerza a nuestro Señor, que así somos todos, y bien nos conoce nuestro Señor y no se espanta de nuestras flaquezas; al cual le contenta mucho un corazón humillado y que conoce su propria flaqueza y está colgado de su misericordia.

A una doncella. OC IV, pg. 336.

Esta puridad y esta disposición es de menester para amar a Jesucristo y poder gozar de aquel dulce dicho del Evangelio que dice: Yo conozco mis ovejas y les doy vida eterna (Jn 10, 14.10). Que el corazón limpio de toda mancilla de pecado y de toda afición y de cualquier cosa que no sea Dios, este tal gozará de la caridad y amor del verdadero Esposo Jesucristo.

A una doncella. OC IV, pg. 715.

Y este principalmente es el amor que Dios tiene a sus ovejas, de las cuales dice: que ninguno se las quitará de sus manos (Jn 10, 18), ni ellas tampoco se le irán, porque Él las terná; y si las dejase caer, levantarlas ha. Si quiere gozar de esto, crea que cabe esto en la bondad de Dios y alégrese en que tal Dios la ha tomado por suya. E si su corazón le dijere que cómo es posible, dígale que Dios todo lo que quiere puede, y que quiso Él darle su amor; y lo que Él da, ella lo puede muy bien poseer, no por título de merecimiento, sino de merced.

A una señora de título, casada, que sentía varios espíritus. OC IV, pg. 381.

No tema la pecadorcita, mas confíe que la mano poderosa de Dios la tiene en su mano y la echa en alto y en el profundo, mas siempre le ha ido bien, por la fidelidad de Dios, que la ama; y aunque ella tiembla y no halla la fiucia[2] y firmeza en su corazón que querría, (sepa) que, mudándose ella, no se muda Dios; mas allí en medio de los torbellinos y de los grandes despeñaderos, allí puede estar confiada, pues está escripto: las ovejas que tengo de mi mano, ninguno me las quitará (cf. Jn 10, 18). Y por la bondad de Él, puede pensar que ella es oveja de Dios.

A una señora que sentía muchos impedimentos en el servicio de Dios. OC IV, fol. 401.

 

San Oscar Romero.

Aquel día, esta oveja descarriada que fui yo, que pudo ser cada uno de ustedes, humildemente se acercó al Señor y le pidió perdón, gracias a que una palabra que me reprendió, gracias a que hubo alguien que me hecho en cara que no debía de ser así. Este es el papel de la Iglesia: no prescindir de las circunstancias y decirle a los hombres su propio pecado para que se arrepientan.

Homilía, 16 de abril de 1978.

 

Papa Francisco. Regina Coeli. 26 de abril de 2015

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El cuarto domingo de Pascua —éste—, llamado «domingo del Buen Pastor», cada año nos invita a redescubrir, con estupor siempre nuevo, esta definición que Jesús dio de sí mismo, releyéndola a la luz de su pasión, muerte y resurrección. «El buen Pastor da su vida por las ovejas» (Jn 10, 11): estas palabras se realizaron plenamente cuando Cristo, obedeciendo libremente a la voluntad del Padre, se inmoló en la Cruz. Entonces se vuelve completamente claro qué significa que Él es «el buen Pastor»: da la vida, ofreció su vida en sacrificio por todos nosotros: por ti, por ti, por ti, por mí ¡por todos! ¡Y por ello es el buen Pastor!

Cristo es el Pastor verdadero, que realiza el modelo más alto de amor por el rebaño: Él dispone libremente de su propia vida, nadie se la quita (cf. v. 18), sino que la dona en favor de las ovejas (v. 17). En abierta oposición a los falsos pastores, Jesús se presenta como el verdadero y único Pastor del pueblo: el pastor malo piensa en sí mismo y explota a las ovejas; el buen pastor piensa en las ovejas y se dona a sí mismo. A diferencia del mercenario, Cristo Pastor es un guía atento que participa en la vida de su rebaño, no busca otro interés, no tiene otra ambición que la de guiar, alimentar y proteger a sus ovejas. Y todo esto al precio más alto, el del sacrificio de su propia vida.

En la figura de Jesús, Pastor bueno, contemplamos a la Providencia de Dios, su solicitud paternal por cada uno de nosotros. ¡No nos deja solos! La consecuencia de esta contemplación de Jesús, Pastor verdadero y bueno, es la exclamación de conmovido estupor que encontramos en la segunda Lectura de la liturgia de hoy: «Mirad qué amor nos ha tenido el Padre...» (1 Jn 3, 1). Es verdaderamente un amor sorprendente y misterioso, porque donándonos a Jesús como Pastor que da la vida por nosotros, el Padre nos ha dado lo más grande y precioso que nos podía donar. Es el amor más alto y más puro, porque no está motivado por ninguna necesidad, no está condicionado por ningún cálculo, no está atraído por ningún interesado deseo de intercambio. Ante este amor de Dios, experimentamos una alegría inmensa y nos abrimos al reconocimiento por lo que hemos recibido gratuitamente.

Pero contemplar y agradecer no basta. También hay que seguir al buen Pastor. En particular, cuantos tienen la misión de guía en la Iglesia —sacerdotes, obispos, Papas— están llamados a asumir no la mentalidad del mánager sino la del siervo, a imitación de Jesús que, despojándose de sí mismo, nos ha salvado con su misericordia. A este estilo de vida pastoral, de buen Pastor, están llamados también los nuevos sacerdotes de la diócesis de Roma, que he tenido la alegría de ordenar esta mañana en la Basílica de San Pedro.

Que María Santísima obtenga para mí, para los obispos y para los sacerdotes de todo el mundo la gracia de servir al pueblo santo de Dios mediante la alegre predicación del Evangelio, la sentida celebración de los Sacramentos y la paciente y mansa guía pastoral.

 

 Papa Francisco. Regina Coeli. 22 de abril de 2018.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La liturgia de este cuarto domingo de Pascua continúa en el intento de ayudarnos a redescubrir nuestra identidad de discípulos del Señor resucitado. En los Hechos de los Apóstoles, Pedro declara abiertamente que la curación de los lisiados, realizada por él y de la que habla todo Jerusalén, tuvo lugar en el nombre de Jesús, porque «no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos» (4, 12). En ese hombre sanado está cada uno de nosotros —ese hombre es la figura de nosotros: nosotros estamos todos allí—, están nuestras comunidades: cada uno puede recuperarse de las muchas formas de debilidad espiritual que tiene: ambición, pereza, orgullo, si acepta depositar con confianza su existencia en las manos del Señor resucitado. «Por el nombre de Jesucristo, el Nazareno —afirma Pedro— a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre y no por ningún otro se presenta éste aquí sano delante de vosotros» (v. 10) ¿Pero quién es Cristo sanador? ¿En qué consiste ser sanado por Él? ¿De qué nos cura? ¿Y mediante qué maneras?

La respuesta a todas estas preguntas la encontramos en el Evangelio de hoy, donde Jesús dice: «Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas» (Juan 10, 11). Esta autopresentación de Jesús no puede ser reducida a una sugestión emotiva, sin ningún efecto concreto. Jesús sana siendo un pastor que da vida. Dando su vida por nosotros. Jesús le dice a cada uno: «tu vida es tan valiosa para mí, que para salvarla yo doy todo de mí mismo». Es precisamente esta ofrenda de vida lo que lo hace el buen Pastor por excelencia, el que sana, el que nos permite vivir una vida bella y fructífera. La segunda parte de la misma página evangélica nos dice en qué condiciones Jesús puede sanarnos y puede hacer nuestra vida bella y fecunda: «Yo soy el buen pastor, —dice Jesús— conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco al Padre» (vv. 14-15). Jesús no habla de un conocimiento intelectual, sino de una relación personal, de predilección, de ternura mutua, un reflejo de la misma relación íntima de amor entre Él y el Padre. Esta es la actitud a través de la cual se realiza una relación viva y personal con Jesús: dejándonos conocer por Él. No cerrándonos en nosotros mismos, abrirse al Señor, para que Él me conozca. Él está atento a cada uno de nosotros, conoce nuestro corazón profundamente: conoce nuestras fortalezas y nuestras debilidades, los proyectos que hemos logrado y las esperanzas que fueron decepcionadas. Pero nos acepta tal como somos, nos conduce con amor, porque de su mano podemos atravesar incluso caminos inescrutables sin perder el rumbo. Nos acompaña Él.

A nuestra vez, nosotros estamos llamados a conocer a Jesús. Esto implica buscar un encuentro con Él, que despierte el deseo de seguirlo abandonando las actitudes autorreferenciales para emprender nuevos senderos, indicados por Cristo mismo y abiertos a vastos horizontes. Cuando en nuestras comunidades se enfría el deseo de vivir la relación con Jesús, de escuchar su voz y seguirlo fielmente, es inevitable que prevalezcan otras formas de pensar y vivir que no son coherentes con el Evangelio. Que María, nuestra Madre nos ayude a madurar una relación cada vez más fuerte con Jesús. Abrirnos a Jesús para que entre dentro de nosotros. Una relación más fuerte: Él ha resucitado. Así podemos seguirlo para toda la vida. En esta Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que María interceda para que muchos respondan con generosidad y perseverancia al Señor que llama a dejar todo por su Reino.

 

Papa Francisco. Regina Coeli. 25 de abril de 2021.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este cuarto domingo de Pascua, llamado domingo del Buen Pastor, el Evangelio (Jn 10,11-18) presenta a Jesús como el verdadero pastor, que defiende, conoce y ama a sus ovejas.

A Él, Buen Pastor, se opone el “asalariado”, a quien no le importan las ovejas, porque no son suyas. Hace este trabajo solo por la paga, y no se preocupa de defenderlas: cuando llega el lobo huye y las abandona (cfr vv. 12-13). Jesús, sin embargo, pastor verdadero, nos defiende siempre, nos salva en muchas situaciones difíciles, situaciones peligrosas, mediante la luz de su palabra y la fuerza de su presencia, que nosotros experimentamos siempre y, si queremos escuchar, todos los días.

El segundo aspecto es que Jesús, pastor bueno, conoce —el primer aspecto: defiende, el segundo: conoce— a sus ovejas y las ovejas le conocen a Él (v. 14). ¡Qué bonito y consolador es saber que Jesús nos conoce a cada uno, que no somos anónimos para Él, que nuestro nombre le es conocido! Para Él no somos “masa”, “multitud”, no. Somos personas únicas, cada uno con la propia historia, [y Él] nos conoce a cada uno con la propia historia, cada uno con el propio valor, tanto como criatura cuanto como redimido por Cristo. Cada uno de nosotros puede decir: ¡Jesús me conoce! Es verdad, es así: Él nos conoce como nadie más. Solo Él sabe qué hay en nuestro corazón, las intenciones, los sentimientos más escondidos. Jesús conoce nuestras fortalezas y nuestras debilidades, y está siempre preparado para cuidar de nosotros, para sanar las llagas de nuestros errores con la abundancia de su misericordia. En Él se realiza plenamente la imagen del pastor del pueblo de Dios, que habían delineado los profetas: Jesús se preocupa por sus ovejas, las reúne, venda la que está herida, cura la que está enferma. Así podemos leerlo en el Libro del profeta Ezequiel (cfr. Ez 34,11-16).

Por tanto, Jesús Buen Pastor defiende, conoce, y sobre todo ama a sus ovejas. Y por esto da la vida por ellas (cfr. Jn 10,15). El amor por las ovejas, es decir por cada uno de nosotros, le lleva a morir en la cruz, porque esta es la voluntad del Padre, que nadie se pierda. El amor de Cristo no es selectivo, abraza a todos. Nos lo recuerda Él mismo en el Evangelio de hoy, cuando dice: «También tengo otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor» (Jn 10,16). Estas palabras dan fe de su inquietud universal: Él es pastor de todos. Jesús quiere que todos puedan recibir el amor del Padre y encontrar a Dios.

Y la Iglesia está llamada a llevar adelante esta misión de Cristo. Además de los que frecuentan nuestras comunidades, hay muchas personas, la mayoría, que lo hacen solo en casos particulares o nunca. Pero no por esto no son hijos de Dios: el Padre confía todos a Jesús Buen Pastor, que ha dado la vida por todos.

Hermanos y hermanas, Jesús defiende, conoce y ama a todos nosotros. María Santísima nos ayude a acoger y seguir nosotros los primeros al Buen Pastor, para cooperar con alegría a su misión.

 

 Benedicto XVI. Regina Coeli. 7 de mayo de 2006.

Queridos hermanos y hermanas:

En este IV domingo de Pascua, domingo del "Buen Pastor", en el que se celebra la Jornada mundial de oración por las vocaciones, he tenido la alegría de ordenar en la basílica de San Pedro a quince nuevos sacerdotes para la diócesis de Roma. Demos gracias a Dios. Pienso también en los que en todas las partes del mundo reciben en este período la ordenación presbiteral. A la vez que damos gracias al Señor por el don de estos nuevos presbíteros al servicio de la Iglesia, queremos encomendarlos a todos a María, invocando al mismo tiempo su intercesión para que aumente el número de quienes acogen la invitación de  Cristo  a  seguirlo por el camino del sacerdocio y de la vida consagrada.

Este año la Jornada mundial de oración por las vocaciones tiene por tema:  "La vocación en el misterio de la Iglesia". En el Mensaje que dirigí a toda la comunidad eclesial para esta celebración recordé la experiencia de los primeros discípulos de Jesús, que, después de haberlo conocido a orillas del lago y en las aldeas de Galilea, fueron conquistados por su atractivo y su amor.

La vocación cristiana es siempre la renovación de esta amistad personal con Jesucristo, que da pleno sentido a la propia existencia y la hace disponible para el reino de Dios. La Iglesia vive de esta amistad, alimentada por la Palabra y los sacramentos, realidades santas encomendadas de modo particular al ministerio de los obispos, de los presbíteros y de los diáconos, consagrados por el sacramento del Orden. Por eso —como afirmé en ese mismo Mensaje— la misión del sacerdote es insustituible y, aunque en algunas regiones existe escasez de clero, no se debe dudar de que Dios sigue llamando a muchachos, jóvenes y adultos a dejarlo todo para dedicarse al anuncio del Evangelio y al ministerio pastoral.

Otra forma especial de seguimiento de Cristo es la vocación a la vida consagrada, que se expresa mediante una existencia pobre, casta y obediente, totalmente dedicada a Dios, en la contemplación y en la oración, y puesta al servicio de los hermanos, especialmente de los pequeños y pobres. No olvidemos que también el matrimonio cristiano es, con pleno derecho, vocación a la santidad, y que el ejemplo de padres santos es la primera condición que favorece el florecimiento de las vocaciones sacerdotales y religiosas.

Queridos hermanos y hermanas, invoquemos la intercesión de María, Madre de la Iglesia, por los sacerdotes y por los religiosos y las religiosas; oremos, además, para que las semillas de vocación que Dios siembra en el corazón de los fieles lleguen a una plena maduración y den frutos de santidad en la Iglesia y en el mundo.

 

Benedicto XVI. Regina Coeli. 3 de mayo de 2009.

Queridos hermanos y hermanas:

Llego con retraso porque acaba de concluir, en la basílica de San Pedro, la celebración eucarística durante la cual he consagrado a diecinueve nuevos sacerdotes de la diócesis de Roma. Nos alegramos de ello. Para este feliz acontecimiento he elegido una vez más este domingo, el cuarto de Pascua, pues se caracteriza por el evangelio del buen Pastor (cf. Jn 10, 1-18) y por eso ofrece un marco particularmente adecuado.

Por este mismo motivo se celebra hoy la Jornada mundial de oración por las vocaciones. En mi Mensaje anual para esta circunstancia, invité a reflexionar sobre el tema: "La confianza en la iniciativa de Dios y la respuesta humana". En efecto, la confianza en el Señor, que llama continuamente a todos a la santidad, y a algunos en particular a una consagración especial, se expresa precisamente en la oración. Tanto personalmente como en comunidad, debemos rezar mucho por las vocaciones, para que la grandeza y la belleza del amor de Dios impulsen a muchos a seguir a Cristo por el camino del sacerdocio y de la vida consagrada.

Asimismo, es necesario rezar para que haya también numerosos esposos santos, capaces de indicar a sus hijos, sobre todo con el ejemplo, los horizontes elevados a los cuales tender con su libertad. Los santos y las santas que la Iglesia propone a la veneración de todos los fieles testimonian el fruto maduro de este encuentro entre la llamada divina y la respuesta humana. Encomendemos a su intercesión celestial nuestra oración por las vocaciones.

Hay otra intención por la cual hoy os invito a rezar: el viaje que realizaré a Tierra Santa, si Dios quiere, del próximo viernes 8 de mayo al viernes 15. Siguiendo los pasos de mis venerados predecesores Pablo VI y Juan Pablo II, peregrinaré a los principales santos lugares de nuestra fe. Con mi visita me propongo confirmar y animar a los cristianos de Tierra Santa, que deben afrontar diariamente muchas dificultades. Como Sucesor del apóstol san Pedro, les haré sentir mi cercanía y el apoyo de todo el cuerpo de la Iglesia.

Además, seré peregrino de paz, en nombre del único Dios, que es Padre de todos. Testimoniaré el compromiso de la Iglesia católica en favor de cuantos se esfuerzan por practicar el diálogo y la reconciliación, para llegar a una paz estable y duradera en la justicia y el respeto recíproco. Por último, este viaje no podrá menos de tener una notable importancia ecuménica e interreligiosa. Desde este punto de vista, Jerusalén es la ciudad símbolo por excelencia: en ella murió Cristo para reunir a todos los hijos de Dios dispersos (cf. Jn 11, 52).

Dirigiéndonos ahora a la Virgen María, invoquémosla como Madre del buen Pastor para que vele sobre los nuevos presbíteros de la diócesis de Roma y para que en todo el mundo florezcan numerosas y santas vocaciones de especial consagración al reino de Dios.

A todos deseo un feliz domingo y un mes de mayo en compañía espiritual de María santísima.

 

Benedicto XVI. Regina Coeli. 29 de abril de 2012.

Queridos hermanos y hermanas:

Concluyó hace poco, en la basílica de San Pedro, la celebración eucarística en la que ordené a nueve nuevos presbíteros de la diócesis de Roma. Demos gracias a Dios por este regalo, signo de su amor fiel y providente a la Iglesia. Estrechémonos espiritualmente en torno a estos nuevos sacerdotes y recemos para que acojan plenamente la gracia del sacramento que los ha configurado con Jesucristo Sacerdote y Pastor. Y recemos para que todos los jóvenes estén atentos a la voz de Dios que habla interiormente a su corazón y los llama a desprenderse de todo para estar a su servicio. A este objetivo está dedicada la Jornada mundial de oración por las vocaciones, que celebramos hoy. En efecto, el Señor llama siempre, pero muchas veces no lo escuchamos. Estamos distraídos por muchas cosas, por otras voces más superficiales; y luego tenemos miedo de escuchar la voz del Señor, porque pensamos que puede quitarnos nuestra libertad. En realidad, cada uno de nosotros es fruto del amor: ciertamente, del amor de los padres, pero, más profundamente, del amor de Dios. La Biblia dice: aunque tu madre no te quisiera, yo te quiero, porque te conozco y te amo (cf. Is 49, 15). En el momento que me doy cuenta de este amor, mi vida cambia: se convierte en una respuesta a este amor, más grande que cualquier otro, y así se realiza plenamente mi libertad.

Los jóvenes que hoy he consagrado sacerdotes no son diferentes de los demás jóvenes, pero han sido tocados profundamente por la belleza del amor de Dios, y no han podido dejar de responder con toda su vida. ¿Cómo han encontrado el amor de Dios? Lo han encontrado en Jesucristo, en su Evangelio, en la Eucaristía y en la comunidad de la Iglesia. En la Iglesia se descubre que la vida de cada hombre es una historia de amor. Nos lo muestra claramente la Sagrada Escritura, y nos lo confirma el testimonio de los santos. Un ejemplo es la expresión de san Agustín, que en sus Confesiones se dirige a Dios y le dice: «¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Tú estabas dentro de mí, y yo fuera... Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo ... Pero me has llamado, y tu grito ha vencido mi sordera» (X, 27.38).

Queridos amigos, oremos por la Iglesia, por cada comunidad local, para que sea como un jardín regado, donde puedan germinar y crecer todas las semillas de vocación que Dios siembra en abundancia. Oremos para que en todas partes se cultive este jardín, en la alegría de sentirse todos llamados, en la variedad de los dones. En especial, las familias han de ser el primer lugar donde se «respire» el amor de Dios, que da fuerza interior, incluso en medio de las dificultades y las pruebas de la vida. Quien vive en familia la experiencia del amor de Dios, recibe un don inestimable, que da fruto a su tiempo. Que nos conceda todo esto la santísima Virgen María, modelo de acogida libre y obediente a la llamada divina, Madre de toda vocación en la Iglesia.

 

Francisco. Catequesis. Vicios y virtudes. 15. La fortaleza.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La catequesis de hoy está dedicada a la tercera de las virtudes cardinales, o sea, la fortaleza. Empecemos por la descripción que hace el Catecismo de la Iglesia Católica: «La fortaleza es la virtud moral que, en las dificultades, asegura la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la decisión de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral. La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso a la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones.» (n. 1808). Esto dice el Catecismo de la Iglesia Católica sobre la virtud de la fortaleza.

He aquí, por tanto, la más “combativa” de las virtudes. La primera de las virtudes cardinales, la prudencia, se asocia sobre todo a la razón del ser humano; y la justicia reside en la voluntad; en cambio, esta tercera virtud, la fortaleza, ha sido a menudo asociada por los autores escolásticos a lo que los antiguos llamaban “apetito irascible”. El pensamiento de los antiguos no imaginó un ser humano sin pasiones: sería una piedra. Y las pasiones en sí no son necesariamente el residuo de un pecado; pero deben ser educadas, deben ser dirigidas, deben ser purificadas con el agua del Bautismo, o, mejor, con el fuego del Espíritu Santo. Un cristiano sin valentía, que no doblega sus propias fuerzas al bien, que no molesta a nadie, es un cristiano inútil. ¡Pensemos en esto! Jesús no es un Dios diáfano y aséptico, que no conoce las emociones humanas. Todo lo contrario. Ante la muerte de su amigo Lázaro, rompe a llorar; y en algunas de sus expresiones resplandece su espíritu apasionado, como cuando dice: «Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!» (Lc 12,49); y frente al comercio en el templo reaccionó con fuerza (cfr. Mt 21,12-13). Jesús tenía pasión.

Pero busquemos ahora una descripción existencial de esta virtud tan importante que nos ayuda a dar fruto en la vida. Los antiguos -tanto los filósofos griegos como los teólogos cristianos- reconocían en la virtud de la fortaleza un doble desarrollo, uno pasivo y otro activo.

El primero se dirige hacia el interior de nosotros mismos. Hay enemigos internos a los que tenemos que vencer, que responden al nombre de ansiedad, angustia, miedo, culpa: son todas fuerzas que se agitan en lo más íntimo de nosotros mismos y que en alguna situación nos paralizan. ¡Cuántos luchadores sucumben incluso antes de comenzar el desafío! Porque no son conscientes de estos enemigos internos. La fortaleza es ante todo una victoria contra nosotros mismos. La mayoría de los miedos que surgen en nuestro interior son irreales, no se hacen realidad en absoluto. Mejor entonces invocar al Espíritu Santo y afrontarlo todo con paciente fortaleza: un problema detrás de otro, según nuestras posibilidades, ¡pero no solos! El Señor está con nosotros si confiamos en Él y buscamos sinceramente el bien. Entonces, en cada situación, podemos contar con la Providencia de Dios, que será nuestro escudo y nuestra armadura.

Y luego está el segundo movimiento de la virtud de la fortaleza, esta vez de naturaleza más activa. Además de las pruebas internas, hay enemigos externos, que son las pruebas de la vida, las persecuciones, las dificultades que no nos esperábamos y que nos sorprenden. En efecto, podemos intentar prever lo que nos sucederá, pero en gran medida la realidad se compone de acontecimientos imponderables, y en este mar a veces nuestra barca es sacudida por las olas. La fortaleza entonces nos hace marineros que resisten, que no se asustan ni se desaniman.

La fortaleza es una virtud fundamental porque toma en serio el desafío del mal en el mundo. Algunos fingen que no existe, que todo está bien, que la voluntad humana a veces no es ciega, que en la historia no luchan fuerzas oscuras portadoras de muerte. Pero basta ojear un libro de historia, o, por desgracia, incluso los periódicos, para descubrir los horrores de los que somos en parte víctimas y en parte protagonistas: guerras, violencia, esclavitud, opresión de los pobres, heridas que nunca han cicatrizado y que aún sangran.  La virtud de la fortaleza nos hace reaccionar y gritar “no”, un rotundo “no” a todo esto. En nuestro cómodo Occidente, que ha “aguado” un poco todo, que ha convertido el camino de la perfección en un simple desarrollo orgánico, que no necesita luchar porque todo le parece igual, sentimos a veces una sana nostalgia de los profetas. Pero las personas incómodas y visionarias son muy raras. Necesitamos que alguien nos levante del “blando lugar” en el que nos hemos acomodado y nos haga repetir con decisión nuestro “no” al mal y a todo lo que conduce a la indiferencia. "No" al mal y "no" a la indiferencia; "sí" al camino, al camino que nos hace progresar, y para ello debemos luchar.

Redescubramos, entonces, en el Evangelio la fortaleza de Jesús, y aprendámosla del testimonio de los santos y de las santas. ¡Gracias!

 

Francisco. Mensaje para la 61ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Llamados a sembrar la esperanza y a construir la paz

Queridos hermanos y hermanas:

Cada año la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones nos invita a considerar el precioso don de la llamada que el Señor nos dirige a cada uno de nosotros, su pueblo fiel en camino, para que podamos ser partícipes de su proyecto de amor y encarnar la belleza del Evangelio en los diversos estados de vida. Escuchar la llamada divina, lejos de ser un deber impuesto desde afuera, incluso en nombre de un ideal religioso, es, en cambio, el modo más seguro que tenemos para alimentar el deseo de felicidad que llevamos dentro. Nuestra vida se realiza y llega a su plenitud cuando descubrimos quiénes somos, cuáles son nuestras cualidades, en qué ámbitos podemos hacerlas fructificar, qué camino podemos recorrer para convertirnos en signos e instrumentos de amor, de acogida, de belleza y de paz, en los contextos donde cada uno vive.

Por eso, esta Jornada es siempre una hermosa ocasión para recordar con gratitud ante el Señor el compromiso fiel, cotidiano y a menudo escondido de aquellos que han abrazado una llamada que implica toda su vida. Pienso en las madres y en los padres que no anteponen sus propios intereses y no se dejan llevar por la corriente de un estilo superficial, sino que orientan su existencia, con amor y gratuidad, hacia el cuidado de las relaciones, abriéndose al don de la vida y poniéndose al servicio de los hijos y de su crecimiento. Pienso en los que llevan adelante su trabajo con entrega y espíritu de colaboración; en los que se comprometen, en diversos ámbitos y de distintas maneras, a construir un mundo más justo, una economía más solidaria, una política más equitativa, una sociedad más humana; en todos los hombres y las mujeres de buena voluntad que se desgastan por el bien común. Pienso en las personas consagradas, que ofrecen la propia existencia al Señor tanto en el silencio de la oración como en la acción apostólica, a veces en lugares de frontera y exclusión, sin escatimar energías, llevando adelante su carisma con creatividad y poniéndolo a disposición de aquellos que encuentran. Y pienso en quienes han acogido la llamada al sacerdocio ordenado y se dedican al anuncio del Evangelio, y ofrecen su propia vida, junto al Pan eucarístico, por los hermanos, sembrando esperanza y mostrando a todos la belleza del Reino de Dios.

A los jóvenes, especialmente a cuantos se sienten alejados o que desconfían de la Iglesia, quisiera decirles: déjense fascinar por Jesús, plantéenle sus inquietudes fundamentales. A través de las páginas del Evangelio, déjense inquietar por su presencia que siempre nos pone beneficiosamente en crisis. Él respeta nuestra libertad, más que nadie; no se impone, sino que se propone. Denle cabida y encontrarán la felicidad en su seguimiento y, si se los pide, en la entrega total a Él.

Un pueblo en camino

La polifonía de los carismas y de las vocaciones, que la comunidad cristiana reconoce y acompaña, nos ayuda a comprender plenamente nuestra identidad como cristianos. Como pueblo de Dios que camina por los senderos del mundo, animados por el Espíritu Santo e insertados como piedras vivas en el Cuerpo de Cristo, cada uno de nosotros se descubre como miembro de una gran familia, hijo del Padre y hermano y hermana de sus semejantes. No somos islas encerradas en sí mismas, sino que somos partes del todo. Por eso, la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones lleva impreso el sello de la sinodalidad: muchos son los carismas y estamos llamados a escucharnos mutuamente y a caminar juntos para descubrirlos y para discernir a qué nos llama el Espíritu para el bien de todos.

Además, en el presente momento histórico, el camino común nos conduce hacia el Año Jubilar del 2025. Caminamos como peregrinos de esperanza hacia el Año Santo para que, redescubriendo la propia vocación y poniendo en relación los diversos dones del Espíritu, seamos en el mundo portadores y testigos del anhelo de Jesús: que formemos una sola familia, unida en el amor de Dios y sólida en el vínculo de la caridad, del compartir y de la fraternidad.

Esta Jornada está dedicada a la oración para invocar del Padre, en particular, el don de vocaciones santas para la edificación de su Reino: «Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha» (Lc 10,2). Y la oración —lo sabemos— se hace más con la escucha que con palabras dirigidas a Dios. El Señor habla a nuestro corazón y quiere encontrarlo disponible, sincero y generoso. Su Palabra se ha hecho carne en Jesucristo, que nos revela y nos comunica plenamente la voluntad del Padre. En este año 2024, dedicado precisamente a la oración en preparación al Jubileo, estamos llamados a redescubrir el don inestimable de poder dialogar con el Señor, de corazón a corazón, convirtiéndonos en peregrinos de esperanza, porque «la oración es la primera fuerza de la esperanza. Mientras tú rezas la esperanza crece y avanza. Yo diría que la oración abre la puerta a la esperanza. La esperanza está ahí, pero con mi oración le abro la puerta» (Catequesis, 20 mayo 2020).

Peregrinos de esperanza y constructores de paz

Pero, ¿qué significa ser peregrinos? Quien comienza una peregrinación procura ante todo tener clara la meta, que lleva siempre en el corazón y en la mente. Pero, al mismo tiempo, para alcanzar ese objetivo es necesario concentrarse en la etapa presente, y para afrontarla se necesita estar ligeros, deshacerse de cargas inútiles, llevar consigo lo esencial y luchar cada día para que el cansancio, el miedo, la incertidumbre y las tinieblas no obstaculicen el camino iniciado. De este modo, ser peregrinos significa volver a empezar cada día, recomenzar siempre, recuperar el entusiasmo y la fuerza para recorrer las diferentes etapas del itinerario que, a pesar del cansancio y las dificultades, abren siempre ante nosotros horizontes nuevos y panoramas desconocidos.

El sentido de la peregrinación cristiana es precisamente este: nos ponemos en camino para descubrir el amor de Dios y, al mismo tiempo, para conocernos a nosotros mismos, a través de un viaje interior, siempre estimulado por la multiplicidad de las relaciones. Por lo tanto, somos peregrinos porque hemos sido llamados. Llamados a amar a Dios y a amarnos los unos a los otros. Así, nuestro caminar en esta tierra nunca se resuelve en un cansarse sin sentido o en un vagar sin rumbo; por el contrario, cada día, respondiendo a nuestra llamada, intentamos dar los pasos posibles hacia un mundo nuevo, donde se viva en paz, con justicia y amor. Somos peregrinos de esperanza porque tendemos hacia un futuro mejor y nos comprometemos en construirlo a lo largo del camino.

Este es, en definitiva, el propósito de toda vocación: llegar a ser hombres y mujeres de esperanza. Como individuos y como comunidad, en la variedad de los carismas y de los ministerios, todos estamos llamados a “darle cuerpo y corazón” a la esperanza del Evangelio en un mundo marcado por desafíos epocales: el avance amenazador de una tercera guerra mundial a pedazos; las multitudes de migrantes que huyen de sus tierras en busca de un futuro mejor; el aumento constante del número de pobres; el peligro de comprometer de modo irreversible la salud de nuestro planeta. Y a todo eso se agregan las dificultades que encontramos cotidianamente y que, a veces, amenazan con dejarnos en la resignación o el abatimiento.

En nuestro tiempo es, pues, decisivo que nosotros los cristianos cultivemos una mirada llena de esperanza, para poder trabajar de manera fructífera, respondiendo a la vocación que nos ha sido confiada, al servicio del Reino de Dios, Reino de amor, de justicia y de paz. Esta esperanza —nos asegura san Pablo— «no quedará defraudada» (Rm 5,5), porque se trata de la promesa que el Señor Jesús nos ha hecho de permanecer siempre con nosotros y de involucrarnos en la obra de redención que Él quiere realizar en el corazón de cada persona y en el “corazón” de la creación. Dicha esperanza encuentra su centro propulsor en la Resurrección de Cristo, que «entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable. Verdad que muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 276). Incluso el apóstol Pablo afirma que «en esperanza» nosotros «estamos salvados» (Rm 8,24). La redención realizada en la Pascua da esperanza, una esperanza cierta, segura, con la que podemos afrontar los desafíos del presente.

Ser peregrinos de esperanza y constructores de paz significa, entonces, fundar la propia existencia en la roca de la resurrección de Cristo, sabiendo que cada compromiso contraído, en la vocación que hemos abrazado y llevamos adelante, no cae en saco roto. A pesar de los fracasos y los contratiempos, el bien que sembramos crece de manera silenciosa y nada puede separarnos de la meta conclusiva, que es el encuentro con Cristo y la alegría de vivir en fraternidad entre nosotros por toda la eternidad. Esta llamada final debemos anticiparla cada día, pues la relación de amor con Dios y con los hermanos y hermanas comienza a realizar desde ahora el proyecto de Dios, el sueño de la unidad, de la paz y de la fraternidad. ¡Que nadie se sienta excluido de esta llamada! Cada uno de nosotros, dentro de las propias posibilidades, en el específico estado de vida puede ser, con la ayuda del Espíritu Santo, sembrador de esperanza y de paz.

La valentía de involucrarse

Por todo esto les digo una vez más, como durante la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa: “Rise up! – ¡Levántense!”. Despertémonos del sueño, salgamos de la indiferencia, abramos las rejas de la prisión en la que tantas veces nos encerramos, para que cada uno de nosotros pueda descubrir la propia vocación en la Iglesia y en el mundo y se convierta en peregrino de esperanza y artífice de paz. Apasionémonos por la vida y comprometámonos en el cuidado amoroso de aquellos que están a nuestro lado y del ambiente donde vivimos. Se los repito: ¡tengan la valentía de involucrarse! Don Oreste Benzi, un infatigable apóstol de la caridad, siempre en favor de los últimos y de los indefensos, solía repetir que no hay nadie tan pobre que no tenga nada que dar, ni hay nadie tan rico que no tenga necesidad de algo que recibir.

Levantémonos, por tanto, y pongámonos en camino como peregrinos de esperanza, para que, como hizo María con santa Isabel, también nosotros llevemos anuncios de alegría, generaremos vida nueva y seamos artesanos de fraternidad y de paz.

Roma, San Juan de Letrán, 21 de abril de 2024, IV Domingo de Pascua.

FRANCISCO

 

MISA DE NIÑOS. V DOMINGO DE T.P.

Monición de entrada.

Buenos días:

El domingo pasado Jesús se comparaba con los pastores, este domingo lo hace con la vid.

Jesús nos compara con sus ramas. Si estamos pegados a él daremos buenas uvas.

Y estamos pegados a él cuando venimos a misa y estamos atentos.

 

 Señor, ten piedad.

Sin ti, no damos frutos. Señor, ten piedad.

Sin ti somos ramas de vid secas. Cristo, ten piedad.

Sin ti no podemos querer a las personas. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.

-Por el Papa Francisco para que le ayudes a estar cada día más unido a ti. Te lo pedimos Señor.

-Por la Iglesia, para que dé mucho fruto. Te lo pedimos Señor.

-Por las personas que hablan mal de los demás, para que cambies su corazón. Te lo pedimos, Señor.

-Por las personas que sufren, para que encuentren en las demás personas ayuda. Te lo pedimos, Señor.

-Por nosotros para que siempre estemos muy unidos a Jesús. Te lo pedimos Señor.

 Acción de gracias.

Virgen María queremos darte gracias porque nos enseñas a estar muy unidos a Jesús, como tú lo estabas desde que estaba dentro de ti.

 

EXPERIENCIA.

Realiza la señal de la cruz.

Pídele a Jesús que te envíe su Espíritu para poder escuchar su voz en el vídeo, el sonido de tu alrededor, tus propios sonidos (corazón, respiración, movimiento corporal,…), en tus pensamientos y en el texto bíblico, donde Dios te habla directamente.

Entra aquí y conecta el vídeo.

https://www.youtube.com/watch?v=guF_qG6p3zs¿ Cómo te has sentido mientras escuchabas el vídeo?

Escucha atentamente las frases, con los ojos cerrados. Cuando alguna frase toque tu corazón, paralo. Piensa en ella. Después continúa.

¿A quién has necesitado o necesitas para continuar tus sueños? Reza por ellas y ellos.

Piensa en estas frase tan certeras: “Yo no puedo ser solidario con los chicos de África si a tres cuadras de mi casa tengo un comedor con setenta chicos que les falta todo”; “pensamos, suponemos que el otro necesita la ayuda que le vamos a dar … Yo aprendí mucho de empezar a escuchar al otro”.

 

REFLEXIÓN.

Lee el evangelio de este domingo.

X Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 11-18

En aquel tiempo, dijo Jesús:

-Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.

Imagina la escena. Con los ojos cerrados acércate a Jesús que habita en tu corazón, siéntate, o arrodíllate o colócate con la imaginación de la manera que más cómodo te sientas. Puedes hacerlo físicamente.

Toma la Biblia, ábrela, busca el texto, léelo de nuevo.

De las imágenes que has visto en el vídeo, ¿cuál ilustraría el fragmento del Evangelio? Imagínala y repite una de las frases, la que más significativa te es.

Deja que ella sea como la llovizna, vaya empapándote por dentro.

Sigue con otra, si lo consideras oportuno o tienes tiempo.

Realiza un coloquio con Jesús, es decir, dialoga con él sobre lo que has aprendido, has sentido, te ha gustado o no te ha gustado, si estás de acuerdo o en desacuerdo; si no brotan palabras, siente la mirada de Jesús, el abrazo de quien es el Buen Pastor.

Reza un Padrenuestro.

 

COMPROMISO.

En el vídeo el pintor nos ofrecía varias enseñanzas: preocuparnos por las personas que están cerca de nosotros, en nuestra familia, calle, pueblo o barrio; escuchar, tan importante, porque el Buen Pastor escucha. Muchas veces nos sentimos incomprendidos bien porque ayudamos sin escuchar al otro y por tanto nos equivocamos en la forma de ayudarle o bien porque la otra persona nos ayuda sin escucharnos.

 

CELEBRACIÓN.

Mira este vídeo es el Salmo 23, “El Señor es mi pastor” en hebreo. Jesús lo escuchó en este idioma y si alguna vez lo leyó en el sábado en la sinagoga fue en hebreo. El vídeo además de sugerentes imágenes ofrece la transcripción en caracteres latinos y la traducción al español. Escúchalo y déjate conducir por el Espíritu.

 

BIBLIOGRAFÍA.

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Biblia de Jerusalén. 5ª edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.

Biblia del Peregrino. Edición de Luis Alonso Schökel. EGA-Mensajero. Bilbao. 1995.

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Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.

Secretariado Nacional de Liturgia. Libro de la Sede. Primera edición: 1983. Coeditores Litúrgicos. Barcelona. 2004.

Robinson, Jame M.; Hoffmann Paul y John S., Kloppenborg. El Documento Q. Ediciones Sígueme. Salamanca. 2004.

Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.

Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 2. Evangelio según san Marcos. Ciudad Nueva. Madrid. 2009.

Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 3. Evangelio según san Lucas. Ciudad Nueva. Madrid. 2006.

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San Juan de Ávila. Obras Completas i. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid. 2015.

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San Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid.   2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.

http://www.quierover.org



[1] Flaco: flojo, sin fuerzas, sin vigor para resistir. www.rae.es

[2] Fiucia: confianza. www.rae.es